En los próximos años, el presidente intentará realizar grandes reformas, como la inmigratoria o la de la "energía verde". El desempleo, la deuda y los republicanos serán sus principales obstáculos. Mañana será el acto público.
A los 51 años y con mucho presagio en contra, Barack Obama se reinventó en las elecciones que ganó en noviembre pasado y hoy, cuando inicie su segundo mandato, será menos el presidente de los últimos años y más el que asumió en 2009: el hombre del optimismo, los valores y la fe en el cambio.
Sin las urgencias del infierno financiero que parecía tragarse al país en 2008, el primer presidente negro de Estados Unidos abre hoy una etapa igual de difícil. Una que se extenderá hasta enero de 2017, en la que deberá administrar un poder que, como es norma de hierro en toda segunda vuelta, se apagará mientras transcurran los meses.
Gobernará, así, sobre una sociedad dividida, con un escenario político fracturado, amenazado por una economía que no cierra y la frustración social que genera un sistema cada vez más desigual y con menos oportunidades de empleo.
"Nos merecemos algo mejor" es su respuesta para cada pregunta. No será fácil. Barack Hussein Obama, nacido el 4 de agosto de 1961, hijo de un keniata y de una estudiante de Kansas, comienza su carrera final con una aprobación apenas superior al 50 por ciento.
Como es tradición cuando el 20 de enero cae domingo, la jura pública será mañana, en las escalinatas del Capitolio, y, si el pronóstico no se equivoca, bajo una helada de temer.
Los más optimistas esperan entre 600.000 y 800.00 personas, mucho menos que los casi dos millones que desafiaron al frío en enero de 2009 para ver la llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca.
Aun así, es un momento de gloria y la continuación esperanzada de aquél. La expectativa es la de una gestión más contundente. "Nos espera un segundo término más ejecutivo, con un Obama más asertivo en sus políticas y su deseo de cambio", dijo la saliente vicejefa de gabinete de la Casa Blanca, Nancy-Ann DeParle.
El propio presidente puso paños fríos. "No crean que porque gané la reelección ahora creo que todo el mundo piensa como yo", previno en noviembre. "He leído bastante sobre presidentes que intentan demasiado en su segundo período", deslizó.
Sabe por qué lo dice. Los norteamericanos lo devolvieron a la Casa Blanca, pero, también, a un país difícil de gobernar. Lo dotaron de un Congreso igual de dividido que en la primera gestión y sin mucha expectativa de cooperación.
Los demócratas tienen mayoría acotada en el Senado y deben contar con los republicanos, que tienen el control en la Cámara de Representantes. Cómo solventar esa barrera será uno de sus principales desafíos.
Ése será el escenario para lidiar con la estabilización de la economía, la frustración social que genera la creciente desigualdad, la insuficiente cantidad de puestos de trabajo, y el exceso de deuda y de déficit en un balance que no cuadra.
Un país que, en lo doméstico, peca de exceso de armas en las calles; que tiene a más de diez millones de inmigrantes viviendo en la sombra y que, en conjunto, está harto de pagar impuestos para solventar lo que define como "el despilfarro" de las políticas que se deciden desde aquí.
Que, en el exterior, tiene pendiente decisiones cruciales respecto de Irak y Afganistán, mientras practica otra guerra silenciosa con armamento teledirigido a la distancia. Un país al que le esperan cambios estratégicos en su enorme gasto en defensa.
"Los principales compañeros de ruta que eligió para el gabinete muestran que se prepara para una batalla, pero, desde una posición defensiva", apuntó Julian Zelizer, experto en asuntos de gobierno de la Universidad de Princeton.
El presidente, cuyas canas prematuras se convirtieron en obsesión de analistas políticos, necesitará mucha energía para poder cambiar la forma de gobernar Estados Unidos, como se propuso ya en 2009 y aún no logró.
¿Sobrevivirá al desgaste? "Es frío por fuera, pero por dentro arde por el país", lo retrató Bill Clinton.
Muchas de sus promesas siguen en espera, entre ellas, el anunciado cambio climático y su "potencial creador de millones de empleos verdes" que nadie vio todavía. "Estoy seguro de que ése será uno de los grandes temas de esta gestión", dijo Jonathan Clayborne, de la Universidad de Colorado en Denver, en diálogo con LA NACION.
Quiere Obama acometer ahora el reconocimiento de un "nuevo Estados Unidos", multirracial y global. Y saldar su deuda con la comunidad latina, a la que mucho le debe por esta segunda vuelta, y que espera reconocimiento con la reforma migratoria.
"La respuesta a los inmigrantes no puede esperar más", dijo el alcalde de Los Ángeles, Antonio Villaraigosa, principal referente demócrata para la comunidad hispana.
Con su esencia intacta, Obama experimentó el aprendizaje de estos duros cuatro años en la Casa Blanca, una lección que lo llevó a constatar que el amor popular no dura para siempre ni alcanza para todo.
El apoyo se enfrió y los detractores aumentaron. Muchos cargaron contra su estilo y su oratoria, a la que caricaturizaron como un producto industrial y vacío de sentido.
Amante del simbolismo, incorporará para su legado la coincidencia que presenta su fecha de asunción con la conmemoración del líder por los derechos civiles Martin Luther King. Lo presentará como señal de un vínculo indisoluble entre el luchador por los derechos de los negros y el primer presidente de esa raza.
Pero no todos están conformes con las opciones que esboza para su segundo mandato. Un reciente editorial de The Washington Post advertía sobre la "preocupante similitud" entre los rostros de su nuevo gabinete.
El diario le sugirió que "salga de sus zonas de comodidad" y siga la línea de su primer mandato, cuando confió en una ex rival (Hillary Clinton) para dirigir la diplomacia, mantuvo a un republicano (Robert Gates) en el Pentágono y designó a un tecnócrata (Timothy Geithner) para el Tesoro.
El país y buena parte del mundo miran hoy esta segunda andadura. Hace cuatro años, Obama prometió un liderazgo internacional más democrático y cooperativo, con fuerte hincapié en el estímulo económico con igualdad de oportunidades. No siempre pudo colmar las extraordinarias expectativas que generó