Más allá de matices, Barrionuevo y Carabajal encarnan formas de renovación a partir de la tradición y, precisamente, afirmándose en ella, superaron los límites del esquema más ortodoxo de guitarra, bombo y violín.
Barrionuevo, de formas prolijas; y Peteco, descarnado y crudo; recorrieron a su modo en Cosquín parte del repertorio, propio y ajeno, que forjaron a partir del universo de la chacarera, con su pulso birrítmico (aunque Adolfo Abalos rechaza esa tesis) y danzable.
Una vez más, Barrionuevo demostró en Cosquín una virtud que domina acaso como ningún otro artista de la escena actual: la facilidad para saltar de lo acústico a lo electrónico, de la ortodoxia al “crossover”. Y sin que ese paso suponga una impostura.
"No me gustan las estrategias. No tengo ninguna", afirmó a Télam una vez cumplida su faena de la noche.
Barrionuevo irrumpió en la escena de Cosquín con "Ey paisano", el tema cargado de versos comprometidos que desató una polémica por su televisación en la edición pasada del festival.
Luego apostó por obras de su propia usina y que integran su último álbum, "Rodar", como "Mujer caminante" o "Niña Luna".
En el desenlace de su actuación se recostó en clásicos como la "Chacarera del sufrido" y la "Chacarera del exilio" para concluir, con gesto rockero, con "Hasta siempre", la emblemática canción de Carlos Puebla a la memoria de Ernesto Che Guevara.
"A veces uno se preocupa por si el público de Cosquín viene o no a escuchar, o si está pensando en el artista que sigue. A esta altura ya me siento más tranquilo; ya me siento una parte de este festival", aseguró Barrionuevo.
A las 3.30 de la madrugada subió al escenario Peteco Carabajal para proyectar a nivel nacional los climas del espectáculo "Solo y acompañado" que entre junio y octubre del año pasado presentó en una sala del barrio porteño del Abasto.
Lejos de aquella intimidad, Peteco bregó por el mismo sentimiento que busca la riqueza que surge de compartir el acto musical.
Detrás de esa búsqueda fue convocando al escenario a músicos como Suna Rocha, Laura Ros, Néstor Garnica y Mavi Díaz, entre más.
Sin embargo, la performance del santiagueño comenzó en solitario y con un esquema tímbrico sostenido exclusivamente por una fila de violines.
Una versión instrumental de "Puente carretero" inauguró la sesión, que luego prosiguió con el proverbial "Las manos de mi madre".
En el extenso recorrido sobresalió la versión, acompañado por la voz de Suna Rocha y la armónica de Franco Luciani, de "Chacarera de las piedras", de Atahualpa Yupanqui, cuya obra, sencilla e inmensa, siempre aparece en el escenario cordobés.